Cuando hablo de cocina, al hablar de cultura, no cometo un disparate. La cocina no sólo es una manera de nutrirse, de alimentarse, sino que es una ciencia y sobre todo es un arte. Además, la cocina acompaña a los hombres en una de las formas más altas de la civilización: el convivio. Octavio Paz
Al
regresar a Yucatán después de casi 15 años, los mejores hasta entonces de mi
vida literaria y profesional, creí que las puertas del éxito laboral se abrirían
de par, con todo y alfombra roja de bienvenida, pero no fue así. Enfrenté inútiles
antesalas, personas atrincheradas en cargos indeseables, los pies de amigos que
no lo eran, funcionarios sin ética y visión… Tuve, por otro lado, una que otra
propuesta de muchas horas y poco sueldo. Algunas de ellas acepté. “Aquí se
trabaja por proyecto”, me dijeron, y comprobar que eso era cierto fue
decepcionante para alguien acostumbrado a un sueldo fijo y muchas prestaciones.
Cierto es que no todo fue gris en esa etapa, pues se me presentaron buenas
oportunidades que supe aprovechar y de las que me siento realmente orgulloso.
Pero todo era efímero, temporal.
Necesitaba
realizar alguna actividad que disfrutara y me permitiera salir adelante. Fue
entonces que, bajo la consigna de que “la necesidad es la madre de la
creatividad”, comencé a inventar trabajos donde no los encontraba, y recurrí a
una de las mayores pasiones de mi vida: la cocina. Lo que durante varios años estudié
y desarrollé en Ciudad de México a manera de hobby, ahora sería aprovechado como un medio de subsistencia,
recurriendo a la literatura –otro
de mis grandes quereres−
como un maravilloso ingrediente. De ninguna manera pretendía inventar el hilo
negro, sino inyectar fuerza y pasión a una de las actividades más elementales
del ser humano.
Cocinar
es transportarse del fuego primigenio de la leña al calor magnetrónico del
microondas, y viceversa; es preservar la sazón de las abuelas y proponer al
paladar nuevas alquimias. Cocinar es ciencia, es arte y es amor al gusto propio
y al ajeno. Y lo mejor de todo es descubrirte sonreír mientras cocinas.
Entre
los proyectos que he desarrollado con el maridaje de literatura y gastronomía
se encuentran cursos, clases-muestra y conferencias para diversas instituciones,
así como cenas temáticas, ofrecidas en mi terraza, con base en los libros El ingenioso hidalgo don Quijote de La
Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra; Como agua para chocolate, de Laura Esquivel; Harry Potter, de J.K. Rowling; y Las mil y una noches, recopilación atribuida a Abu Abd-Allah Muhammad
el-Gahshigar. También he recurrido a la cinematografía y la historia para
ofrecer menús basados en películas y la tradición culinaria de algunos países.
En tiempos de pandemia, además de la
labor que realizo desde 2014 como docente de literatura, desarrollo el proyecto
Las cocinas de México y el mundo en tu
mesa, en el que ofrezco comida para llevar: un fin de semana con algún
platillo representativo de un estado de nuestro país, y el siguiente fin con
algún guiso emblemático de otra nación. En los anuncios que promuevo a través
de redes sociales siempre incluyo el enlace a algún video o documental
relacionado con el platillo de la semana.
En el futuro inmediato, por
invitación del Centro Cultural Regional del ISSSTE, impartiré un curso en línea
de cocina y literatura, en el que leeremos fragmentos de algunas de las obras
mencionadas, haremos ejercicios de escritura con base en ingredientes y elaboraremos
platillos en tiempo real.
Si bien todavía estoy muy lejos de lo
que considero que es el éxito, trabajar con ambas especialidades me da la
tranquilidad y la alegría que nunca encontré en un puesto de escritorio. Mi
lugar está en la cocina y en la incierta perspectiva de una hoja en blanco.