Como parte de la evaluación final de
la materia de Desarrollo de conceptos gastronómicos, los alumnos del 10°
cuatrimestre de la Licenciatura en Gastronomía de la Universidad Tecnológica
Metropolitana convocaron en días pasados a una comida de seis tiempos,
coordinada por los chefs docentes María José Pérez y Eduardo Altamirano. El
concepto fue el de un restaurante mexicano denominado “Imix. Cocina de
Mercado”, cuya principal característica fue el empleo de ingredientes de
temporada.
Desde que recibimos la invitación
vaticinamos que sería una experiencia especial y significativa: la cordial
convocatoria venía acompañada de un bello y minimalista especiero de madera. A
la cita acudimos María Susana Cortina, del restaurante Los Platos Rotos;
Antonio Sarain Trujillo, de Escargot Panadería Francesa; Alejandro Larena, del
restaurante Cartas a Frida; Luis Alberto de la Cruz Durán, de Sanborn’s; Erick
Carrillo, de Catalonia Playa Maroma; Tomás Lemuel Mar Guerrero, de la UTM; y un
servidor, del blog Península Gastronómica, quienes sin conocernos de antemano
tuvimos un agradable ambiente de camaradería en torno a exquisitos platillos y
bebidas, y la presentación del saxofonista Alan Plata.
El menú consistió en “Sabor
yucateco”, canapé de pulpo en tikin-xik
con interpretación de pico de gallo de pepino local, mango, cilantro y polvo de
chile habanero, acompañado de una cerveza Minerva; “Aguachile bicolor”, caldo
fresco y picante con camarones, aguacate y chip de camote, también maridado con
Minerva Pale Ale; “Deconstrucción de chile relleno”, velo de poblano con buche
de cerdo, huevo frito, vegetales encurtidos, chiltomate y espuma de toronja, hermoso plato que disfrutamos con
una copa de Riesling Castillo del Rhin.
“Recuerdos de casa”, cerdo horneado
con polvo de recado negro, salsa de piña, falso risotto y coral de cilantro, maridado con cerveza Minerva Stout;
“Frescura Imix”, ensalada de jícama, naranja dulce, hojas verdes, chapulines,
miel y crocante de queso de bola, también con el blanco mexicano Castillo del
Rhin; y “Panacotta manchamanteles”, postre de durazno, mole tradicional, tierra
de masa brisé, un toque de picante, palanqueta de cacahuate y frutas, cerrando
con broche de oro con vino frutal Petillant, del Valle de Guadalupe. Y por si
no fuera poco, al final los comensales recibimos un segundo regalo: una caja
rotulada con el logo del “restaurante” que contenía un paño de cocina y unas
obleas de chocolate amargo artesanal.
Alumnos y maestros se lucieron con
este menú digno de la alta cocina. Da gusto ser testigo de la calidad y el
profesionalismo con que son preparados los estudiantes de esta institución
pública. Antes de levantarnos de la mesa, ellos se pararon a un lado, atentos,
para escuchar nuestros comentarios y recomendaciones. Sabores y técnicas de
facturas diversas, junto con el empleo magistral de ingredientes sencillos y a
la mano de todos, lograron una comida inolvidable. Muchas felicidades,
muchachos.
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