Foto de Fabrizio León Diez, La Jornada Maya
Bienvenidas
a este espacio todas las personas que aman y disfrutan el buen comer. Aquí tendrán cabida las
recomendaciones de restaurantes y expendios de comida de todos los niveles; la
crítica gastronómica objetiva, no complaciente; los eventos más significativos
del arte de la bebida y la comida; información de los recursos alimenticios de
ayer y de hoy en la Península de Yucatán; historias de los personajes del mundo
culinario en la región, desde la chicharronera del barrio de Xcalachén o el
vendedor de dulces que camina en la ardiente arena de nuestras playas, hasta el
más refinado chef del restaurante de moda o la exitosa empresaria gastronómica.
Pasen todos a servirse.
Amplia es la mesa, todo alcanza, dice el poeta Jorge Lara Rivera en
un verso con el que nos identificamos al ofrecer tantos elementos relacionados
con la cocina yucateca, entendiendo a ésta como un concepto sociocultural que
involucra e identifica a los tres estados de la península. No olvidemos que
Campeche no fue un estado sino hasta 1858, y Quintana Roo hasta 1974, por lo
que antes la Península toda era simplemente “Yucatán” y por eso acostumbramos
referir como “yucateca” a muchos elementos que no necesariamente aluden a un
estado en particular, entre ellos nada más y nada menos que la lengua maya y la
comida. Desde este humilde espacio, y a nombre de todos los yucatecos, ofrezco a
los hermanos campechanos y quintanarroenses una sincera disculpa por tan
histórico agandalle. Por eso cuando vean que escriba “cocina yucateca”
entiendan que me refiero a la cocina peninsular.
Hoy
hablaremos de las cebollitas de Ixil. Las hay blancas y moradas y son una
versión miniatura de las cebollas originarias de Persia, la India o Egipto,
traídas a América por los colonizadores españoles. No se trata de las cebollas
cambray, sino de una especie que adquirió características endémicas
consecuentes al agua y el suelo de esa población ubicada a 28 kilómetros al
norte-oriente de la ciudad de Mérida. Son menos resinosas que otras cebollas y
su sabor es un tanto más dulce y terroso, menos amargo; se preparan
principalmente asadas o curtidas como acompañante de platillos tradicionales
como el poc-chuc y el chocolomo.
En la actualidad
son consideradas como alimento exótico y constituyen hortalizas en peligro de
extinción, debido a su complejo proceso de cultivo que dura alrededor de seis
meses: a partir del 2 de noviembre, Día de Muertos, hasta a abril-mayo o principios
de junio, dependiendo de las lluvias. A los 45 días de la siembra se debe trasplantar
cada brote, uno por uno, pues de no hacerlo solamente se cosecharán las hojas
(cebollina). Las seis u ocho familias que las cultivan en el pueblo para su
comercio, principalmente hombres de la tercera edad, conservan con recelo las
técnicas de siembra y recolección y comentan que “cuando uno enferma con
calenturas o algún integrante de la familia fallece, si la semilla está
guardada en el hogar, ésta se echa a perder, o cuando llega la fecha de siembra
no germina”. Por eso la mayoría de los horticultores prefiere cultivar rábano,
cilantro y lechuga.
La
producción anual apenas rebasa la media tonelada, de acuerdo con declaraciones
de los propios horticultores, pues ni la Sagarpa ni la Secretaría de Fomento
Agropecuario de Yucatán cuentan con registros de esta hortaliza considerada de
traspatio; es decir que además de su producción para la venta las cebollitas de
Ixil también son cultivadas por algunas familias para el autoconsumo. Por ello
es cada vez más difícil encontrarlas en el Mercado Lucas de Gálvez de la ciudad
de Mérida y sólo algunas personas las venden a quienes viajan ex profeso al
pueblo. El precio por kilo puede alcanzar los 150 pesos.
A todo lo
anterior hay que agregar que debido a la creciente apertura de establecimientos
gourmet y la exitosa aceptación entre
algunos sectores de la sociedad de los productos orgánicos, la producción es
acaparada por los exquisitos cocineros y propietarios de estos negocios para
darles un atractivo autóctono a sus productos y menús, claro que con el
consabido incremento en los precios de los platillos que ofrecen. Incluir estas
cebollitas en la comida de cualquier hijo de vecino puede valorarse como un pequeño
lujo. El investigador gastronómico Eduardo Plascencia agrega que, no obstante
el ya elevado precio de estas cebollitas, “el costo actual por kilo corresponde
a una tercera parte de lo que podría costar. Los trabajadores del campo no
consideran la hora-hombre como parte inherente al costo. Por el contrario, su
trabajo es el que casi nunca cobran y sólo consideran costos de producción,
extracción o mantenimiento de la tierra”.
Es así que
los gastrónomos juegan un doble papel en la supervivencia de las cebollitas de
Ixil: fomentan su producción y el pago justo a los horticultores, pero también
alejan al ciudadano promedio de un elemento tradicional de la cocina yucateca,
tan tradicional como el equipo de beisbol “Cebolleros de Ixil” y la Feria de
las Cebollitas que se realiza en junio. Y para acabarla de amolar, no faltan
los “emprendedores” que intentan registrar y darle denominación de origen a
estas cebollitas para enriquecerse, haciendo a un lado a los horticultores.
Pero afortunadamente, hasta el día de hoy, éstos no lo han permitido.
Para degustar
Con el fin
de concientizar a la sociedad yucateca sobre la problemática que enfrentan las
personas vulnerables por fractura de cadera, VYDAS I.A.P. y Mesénquima invitan
a El Mundial de la Cochinita, evento que se celebrará el domingo 5 de julio en
el salón Chichén Itzá del Centro de Convenciones Yucatán Siglo XXI, donde se
premiará a la mejor cochinita pibil elegida por el público. Con el precio del
boleto (adultos 100 pesos, niños 60) las personas podrán degustar entre la
oferta de más de 20 maestros artesanales de este nuestro platillo peninsular
más representativo. La degustación del público y las diversas actividades darán
inicio a las 8 horas y se prolongarán hasta el mediodía, toda vez que la
premiación se realizará a las 13 horas. Ahí nos vemos.
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