La historia
de esta cantina nos remonta a la Mérida de 1917, aquella tranquila ciudad en la
que poseer un sistema de refrigeración para mantener frías las cervezas y
conservar el hielo resultaba ser un elemento de lo más atractivo y moderno:
“Cuando quiera tomar una copa, no lo piense más. Los mejores licores y las
cervezas más frías solamente los encontrará en La Negrita”, decía el anuncio
publicitario de este tradicional establecimiento, propiedad de la familia
Escalante.
Casi cien
años después, debido a situaciones de diversa índole, los dueños decidieron
poner fin a un ingreso económico de tres generaciones, encabezadas por el
Bizco, el Chino y Carlos. Si bien se trataba de una de las cantinas más emblemáticas
del centro de Mérida, en los últimos años se había convertido en un punto de
reunión varonil donde la buena comida y el ambiente familiar no tenían cabida.
Es en 2013
cuando los artistas visuales Patricia Martín y Erik Samson realizan las
negociaciones pertinentes para la reapertura de La Negrita, después de haber
incursionado con éxito en el ámbito comercial con La Fundación Mezcalería que
abrieron dos años antes, convirtiéndose en pioneros de la reactivación del
Centro Histórico en lo relativo a lugares de esparcimiento para un público
diverso, juvenil y cosmopolita.
La
consecuencia ha sido por demás gratificante tanto para sus propietarios como
para los antiguos y nuevos parroquianos, quienes ahora cuentan un hermoso lugar
para degustar una interesante variedad de cervezas y cocteles, y disfrutar de
los mejores guisos y botanas que le han dado fama y prestigio a nuestra cocina
peninsular. Desde su reapertura, La Negrita se ha posicionado como una de las
principales referencias de cantinas tradicionales en Mérida.
Atenta,
espléndida y amable con la clientela, Paty Martín ha sabido trasladar su
excelencia artística al complicado mundo de la comida y la bebida. Una de sus
más acertadas decisiones fue integrar un equipo de cocineros tradicionales que,
sin menosprecio de los jóvenes egresados de las sofisticadas escuelas de
gastronomía, le han dado al clavo a cada platillo con ese sabor antiguo y de
pueblo. Se trata de Gina Bacab, de Seyé; Luis Álvaro Uc, de Izamal; y Wílberth
Silveira, de Tekantó, así como otras cocineras yucatecas, madres de familia que
han forjado experiencia en sus hogares.
Entre las
botanas que llenan las mesas encontramos chicharra, frijol refrito, polcanes,
salchichas con chipotle, chayitas, mollejas con achiote, oreja de cerdo asada,
higadilla, sikilpak… La verdad, todo muy rico; inolvidables los kibis de
auténtico sabor libanés y delicada presentación. Pero si se desea algo más
sustancioso, a la carta, el platillo del día puede ser frijol con puerco,
potaje de lentejas, pollo o cochinita pibil, poc-chuc, picadillo, ropa vieja,
pescado empanizado o al mojo de ajo, ceviche de pescado o de pulpo, pan de
cazón… En fin, tan amplia es la oferta como la creatividad de los cocineros.
Aprovecho para agradecer las finas atenciones de Javier Ávila, capitán de
meseros.
Imposible no
presumir las heladas bebidas que elegimos para acompañar tan deliciosa botana:
La Negrita, obviamente la cerveza de casa, elaborada en Oxkutzcab con 100% de
malta importada y 4.7 grados de alcohol; Patito, también cerveza artesanal (Belgian
Blonde Ale), de 6.5 grados, que poco a poco se integra a los menús de
restaurantes y cantinas de la Península. Mocambo, ron mexicano de botella
numerada; y Jolgorio y Espadín, mezcales oaxaqueños, sencillos, ligeros…
Música
cubana de siempre o con arreglos modernos, cumbia, salsa y son deleitan nuestra
presencia. El tiempo aquí pasa volando. Espero encontrarme con Chayanne, Ferran
Adrià o alguna otra personalidad internacional que ha visitado este sitio
placentero. Mil gracias, Paty, por la invitación. La Negrita abre de lunes a
viernes de 12 a 22 horas y está ubicada en la esquina de las calles 62 y 49,
Centro. Consulta sus promociones en las redes sociales.
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