lunes, 18 de diciembre de 2017

Imix. Cocina de Mercado

















Como parte de la evaluación final de la materia de Desarrollo de conceptos gastronómicos, los alumnos del 10° cuatrimestre de la Licenciatura en Gastronomía de la Universidad Tecnológica Metropolitana convocaron en días pasados a una comida de seis tiempos, coordinada por los chefs docentes María José Pérez y Eduardo Altamirano. El concepto fue el de un restaurante mexicano denominado “Imix. Cocina de Mercado”, cuya principal característica fue el empleo de ingredientes de temporada.
Desde que recibimos la invitación vaticinamos que sería una experiencia especial y significativa: la cordial convocatoria venía acompañada de un bello y minimalista especiero de madera. A la cita acudimos María Susana Cortina, del restaurante Los Platos Rotos; Antonio Sarain Trujillo, de Escargot Panadería Francesa; Alejandro Larena, del restaurante Cartas a Frida; Luis Alberto de la Cruz Durán, de Sanborn’s; Erick Carrillo, de Catalonia Playa Maroma; Tomás Lemuel Mar Guerrero, de la UTM; y un servidor, del blog Península Gastronómica, quienes sin conocernos de antemano tuvimos un agradable ambiente de camaradería en torno a exquisitos platillos y bebidas, y la presentación del saxofonista Alan Plata.
El menú consistió en “Sabor yucateco”, canapé de pulpo en tikin-xik con interpretación de pico de gallo de pepino local, mango, cilantro y polvo de chile habanero, acompañado de una cerveza Minerva; “Aguachile bicolor”, caldo fresco y picante con camarones, aguacate y chip de camote, también maridado con Minerva Pale Ale; “Deconstrucción de chile relleno”, velo de poblano con buche de cerdo, huevo frito, vegetales encurtidos, chiltomate y espuma de toronja, hermoso plato que disfrutamos con una copa de Riesling Castillo del Rhin.
“Recuerdos de casa”, cerdo horneado con polvo de recado negro, salsa de piña, falso risotto y coral de cilantro, maridado con cerveza Minerva Stout; “Frescura Imix”, ensalada de jícama, naranja dulce, hojas verdes, chapulines, miel y crocante de queso de bola, también con el blanco mexicano Castillo del Rhin; y “Panacotta manchamanteles”, postre de durazno, mole tradicional, tierra de masa brisé, un toque de picante, palanqueta de cacahuate y frutas, cerrando con broche de oro con vino frutal Petillant, del Valle de Guadalupe. Y por si no fuera poco, al final los comensales recibimos un segundo regalo: una caja rotulada con el logo del “restaurante” que contenía un paño de cocina y unas obleas de chocolate amargo artesanal.

Alumnos y maestros se lucieron con este menú digno de la alta cocina. Da gusto ser testigo de la calidad y el profesionalismo con que son preparados los estudiantes de esta institución pública. Antes de levantarnos de la mesa, ellos se pararon a un lado, atentos, para escuchar nuestros comentarios y recomendaciones. Sabores y técnicas de facturas diversas, junto con el empleo magistral de ingredientes sencillos y a la mano de todos, lograron una comida inolvidable. Muchas felicidades, muchachos.

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